La vida es un parpadeo de luz en la oscuridad. Han pasado algunos años desde que Hayao Miyazaki, cofundador del fascinante Studio Ghibli, ecologista y pacifista empedernido, pronunciara esas palabras. Sus películas siempre transmiten un mensaje positivo, porque ese es el tipo de cine que quiere hacer, el tipo de cine que te hace pensar «desearía que existieran esas personas, esas historias, ese mundo», más que «así es como son las cosas». El mundo ya es demasiado terrible tal y como es, por lo que sus obras siempre transpiran positivismo y esperanza. Ahora, más que nunca, es cuando los japoneses necesitan creer en este mensaje. Mi vecino Totoro es una de esas películas que te hacen creer en que un mundo mejor es posible.

Japón, años cincuenta. El país aún sufre las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Dos niñas, Satsuki Kusakabe y su hermana Mei, se mudan al campo con su padre, un profesor de antropología, para estar más cerca de su madre, que se recupera de una tuberculosis en un hospital rural. Las chicas pronto descubrirán que el bosque está habitado por algo más que animales. Su encuentro con el orondo y bonachón Totoro, un espíritu del bosque, les deparará mucho más que un compañero de juegos.Aurum puso en marcha hace dos años un proyecto de recuperación de los clásicos del fabuloso Studio Ghibli, que comenzó con el estreno en un número limitado de salas de Mi vecino Totoro, película inédita hasta el momento en los cines españoles. Habían pasado más de veinte años desde su estreno en Japón, fecha en la que se consideró un proyecto osado y valiente, alejado del concepto de animación de la época. Era tal el riesgo que se distribuyó como complemento del drama La tumba de las luciérnagas, de Isao Takahata, el otro fundador del Studio Ghibli. En el resto del mundo sólo pudo verse en VHS

Aunque por entonces no cautivó, en la actualidad es una obra imprescindible, un clásico entre los clásicos del cine. Con el tiempo llegó a ser una de las joyas predilectas de Ghibli, convirtiendo al propio Totoro en el logotipo de la casa.

Cuando los humanos y los árboles eran buenos amigos

Esta semana hemos celebrado el Día de la Tierra, y si hay cineasta que sabe plasmar el amor y el respeto por la naturaleza en una película es Hayao Miyazaki. Mezclando una amalgama de leyendas japonesas, los recuerdos de su juventud y su prodigiosa imaginación sin límites, Miyazaki nos manda un mensaje ecologista, pacifista y positivo en una de las películas más emblemáticas del extraordinario Studio Ghibli.

La historia de la familia Kusakabe y los «trolls» del bosque es uno de los cuentos más bellos y fascinantes de la historia del cine. Esta hermosa mirada a la infancia es una oda al descubrimiento de la vida adulta, un proceso que dejará una profunda huella en las niñas protagonistas. Miyazaki nos introduce en casi sin quererlo en su cándida fantasía, valiéndose de la realidad para componer una trama llena de inocencia y felicidad en la que la tragedia no deja de acechar.

Mi vecino Totoro

Ambientada en los años 50, una familia japonesa se traslada al campo. Las dos hijas, Satsuki y Mei, forjan una amistad con Totoro, un espíritu del bosque. El padre es un profesor universitario que estimula la imaginación de sus hijas relatándoles fábulas e historias mágicas sobre duendes, fantasmas y espíritus protectores de los hogares, mientras la madre se encuentra enferma en el hospital.

Por wf6yh

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